viernes, 25 de marzo de 2011

Hoy...

Me doy cuenta que lo que siento es miedo, ni siquiera cansancio. Por eso quiero ser una piedra, porque intento convencerme de que ellas no sienten. O ser un trazo en el desierto. Mientras escribo la luna se va diluyendo en la sombra y el eclipse parece borrar mi capacidad de pensar. He pasado todo el día así, como borrado, al borde de hundirme en cualquier chispazo de sol. Hoy ha sido uno de esos días. De esos que, como bien decía el poeta Vinicius de Moraes, ..."no sé lo que me pasa / Olvido mi Neruda y apago el sol ". Así es, hay días en que levantarse es una hazaña y vivir, otra mayor aún. Días que se cuelan como nube de polvo, destapando recuerdos, eligiendo fracasos, recordando amores, anhelando banalidades. Días en que uno triplica el esfuerzo de ser buena gente, de levantarse e ir al encuentro del trabajo, del deber, de la rutina, de lo cotidiano. Días que tienen, sólo para uno, ese sello tragicómico de huele a desastre. Y, pese a todo, no es más que eso. Un día banal, normal. Un terremoto en Indonesia, un accidente en Perú, el petróleo a un precio histórico, un satélite espía que hay que derribar, un anciano amado y odiado que deja el poder, una campaña presidencial en el Imperio, una pista nueva sobre el angelito inglés desaparecido, una serie de escándalos mayores y menores, un festival de música donde lo que menos importa es la música, mientras billones de vidas comunes siguen buscando el mañana. Me doy cuenta que lo que siento es miedo, ni siquiera cansancio. Por eso quiero ser una piedra, porque intento convencerme de que ellas no sienten. O ser un trazo en el desierto, creyendo que así el viento me hará no existir, o una concha abrazada por el lecho marino calmando así mi soledad tan humana. No es más que eso, buscando un mantra que me calme esta ansiedad que hoy, sólo hoy, ha decidido ser tan dura. Afuera, la luna se ocultó por completo y pienso en la indefensión que sintieron los primeros humanos al toparse con este espectáculo. Qué confusión de sentimientos, ¿verdad? Aún hoy, que suponemos entender el fenómeno, nuestra alma tiembla frente a su ausencia momentánea. Algo de temor queda, estoy segura. Fue el temor ancestral el que se coló por mi ser, haciéndome vulnerable a oír lo que por lo común no oigo, a ver lo que suelo no ver, a sentir lo que cotidianamente no siento con tanta intensidad. Me he vuelto una lunático salvaje, que sólo quiere la luna de vuelta. Sin explicaciones matemáticas, ni teorías espaciales, ni siquiera tomando en cuenta a la física, porque mi química necesita de vuelta la luna. Cuanto antes mejor. La quiero porque sé que está ahí, que se oculta detrás de las sombras y las sombras siempre asustan o, mejor dicho, a mi me asustan y cuando tengo miedo me pongo a la defensiva y a la defensiva no puedo estar, porque estoy ocupado en defenderme y todo eso sólo debido a un simple eclipse. Pero aún así se lo que quiero y eso que quiero eres tú.

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